La mayoría de nosotros tenemos claro que la gente buena, la buena gente de verdad, siempre está dispuesta a ayudar porque vive para los demás.
Y, cuando pensamos en grandes santos, o en vías espirituales que han perfeccionado a sus seguidores, éstas suelen transitar por el darse, por el amar sirviendo y el servir amando.
Poner nuestros dones al servicio de los demás es una vía de crecimiento personal y espiritual. No hay duda.
Pero hay otro camino, tan difícil como ése sino más, que a menudo pasamos por alto… El de dejarse ayudar.
Dejarse ayudar es también una senda espiritual, la del que se sabe imperfecto y asume su fragilidad y dependencia con sana humildad… Dando a los demás la oportunidad de crecer ayudando.
¿Por qué tenemos que ser siempre los ayudadores y no los ayudados?
¿No será eso una muestra de una sutil soberbia que a menudo pasamos por alto?
Me gusta cómo lo expresa África Sandino en el libro de Pablo d’Ors:
Dejarse ayudar supone un nivel espiritual muy superior al del simple ayudar. Porque si ayudar a los demás es bueno, mejor es ser ocasión para que los demás nos ayuden.
Dejémonos ayudar.
Disfrutemos de que nos ayuden.
Asumamos nuestra necesidad y reconozcamos el mérito de los demás.
Haremos nuevos amigos.
Nos descubriremos de modos nuevos.
Creceremos… Y, con nosotros, también lo harán quienes nos ayuden.
¡Que tengas un muy buen día!
Buenos días,
Sorpresa de viernes, ¡ya funcionan los posts via email! 🙂
¡Muchas gracias por informar, Miriam!
Gracias Quim!!! que bella la reflexión de hoy, la tomo y quedo rumiándola, tal cual, me siento en algunos casos «incapaz» por decirlo de un modo al necesitar la ayuda de otro, sin mirarlo así, como un acto de humanidad, de humildad, me gustó mucho leerte, que tengas un hermoso viernes, me quedo pensando, saludos para todos.
Muchas gracias, María Alejandra.
Ya echaba en falta tus comentarios, siempre tan amables e inspiradores. 🙂
Nos seguimos leyendo.