Es imposible hablar de simbolismo sin mencionar el Círculo Eranos. Bajo esta acertada denominación -que debemos a Rudolf Otto- hacemos referencia al banquete fraternal en torno a una mesa redonda de Ascona que se comenzó a celebrar en 1933, a orillas del Lago Mayor, a iniciativa de Olga Fröbe-Kapteyn.
En estos encuentros no sólo se compartía mesa y convivencia, sino ideas. Cual nuevos caballeros en busca del Santo Grial, expertos en distintas especialidades se reunían alrededor de una mesa redonda para depositar en el centro de ésta su particular visión sobre una cuestión -relacionada con el simbolismo, su esencia, su sentido y su hermenéutica- aportando nuevos puntos de vista que enriquecieran al resto de participantes. La asistencia de cada uno de ellos no tenía por objetivo discutir los planteamientos ajenos sino enriquecerse a través de las nuevas perspectivas que se les brindaba tanto en las conferencias como en los informales y espontáneos diálogos que se celebraban durante la convivencia propia de estos encuentros.
Dada la talla de los contertulios, la disposición interior de los participantes, la fecundidad propia de los encuentros interdisciplinares y lo elevado del tema de fondo, no es de extrañar que el Círculo Eranos fuera el germen de obras que ya son clásicos en cada una de sus especialidades y que, pese a todo, respiran un mismo espíritu holístico y profundo, el aroma de Eranos, que concilia los opuestos ofreciendo nueva luz a un mundo oscurecido en busca del Despertar.
La lista de participantes en el Círculo Eranos es digna de ser leída, tanto por los ilustres nombres que la componen como por la variedad de sus orígenes, disciplinas y puntos de vista. Todos ellos, sin embargo, tienen una común preocupación: el símbolo como reunión de lo material y de lo espiritual, de lo visible y lo invisible. Cada uno a su modo, con sus propias categorías, con sus particulares intereses… Pero todos unidos en un peculiar ecumenismo simbólico que hace de Eranos algo así como un Centro Internacional de Búsqueda Espiritual Comparada.
C.G.Jung es considerado el genio inspirador de Eranos. Resulta imprescindible dedicarle atención a su proceso de individuación y a su Libro Rojo, texto simbólico nocturno que recoge sus propias experiencias interiores de metanoia mediante una suspensión del ego que permite que aflore el inconsciente -que se expresa mediante imágenes simbólicas- y que produce una expansión de la conciencia que el autor denomina individuación y que es fácil relacionar con una alquimia interior.
Personalmente, me ha parecido especialmente interesante la síntesis que hace Jung de la importancia del símbolo a nivel psíquico, y que es citada por la Dra. Cirlot en la p. 148 de su Visiones de Carl Gustav Jung. A propósito de ‘El libro rojo’:
“Al esse in intellectu le falta la realidad palpable; al esse in re le falta el espíritu. Ahora bien, la idea y la cosa celebran su encuentro en la psique del ser humano, la cual mantiene el equilibrio entre ellas. (…) ¿Qué es la realidad si no es algo efectivo en nosotros, un esse in anima?
A partir de ese punto de encuentro, de ese mundo intermedio entre la cosa y la idea, entre lo visible y lo invisible, entre lo inmediato y lo inabarcable, es posible encontrar cierto paralelismo entre el planteamiento junguiano y la noción de Mundus Imaginalis del gran continuador de Eranos que fue Henry Corbin. Un paralelismo en el que pueden encontrarse mutuas influencias -no sólo coincidieron en los encuentros de Ascona sino que hicieron amistad- pero nunca identidad, porque mientras Jung habla desde la psicología, Corbin lo hace desde la metafísica. Podríamos hablar de dos manifestaciones de una misma intuición, que florece de modo distinto según la tierra fértil en la que es plantada.
Aunque los participantes del Círculo Eranos han provocado una auténtica revolución, transformando la aproximación actual al simbolismo y la espiritualidad, tengo el personal convencimiento de que los encuentros de Ascona todavía no ha dado todos los frutos que contienen en su esencia. Todavía queda mucho por florecer: traer lo eterno a lo temporal, lo Invisible ante nuestra mirada, lo Inaprensible a nuestro mundo en un encuentro sublime, en una experiencia originaria, pentecostal y transformadora que se inició alrededor de una mesa redonda, a la fértil orilla de un lago.
Guardemos respeto, silencio: Dios está presente. Calle todo en nosotros, para que Él tome la palabra.
Muy Hermosa reflexion. Gracias!