Dice la teología más ortodoxa que la distancia que separa al hombre de Dios es infinita… Y puede que sea cierto, comparados con el Todo, somo casi nada… Por mucho que seamos.
La buena noticia es que Él -o Ella, o Ello- ha recorrido esa distancia infinita por nosotros y se ha refugiado en nuestro corazón y en el seno de cada grano de existencia. En Él somos, nos movemos y existimos. Y, así, la distancia infinita se ha vuelto infinita cercanía… Y la trascendencia, inmanencia… Y el Todo está aquí mismo… Y ahora.
Te habita y habilita.
Bien dicho…