Nos están envenenando, y no nos damos cuenta.
Gota a gota, gramo a gramo, la desconfianza va calando en nuestros corazones.
Se fomenta el egoísmo y el desinterés por los demás como virtud, y eso nos vuelve un peligro para quienes nos rodean…
…Y, a ellos, un peligro para nosotros.
Así que les miramos con recelo, con cautela.
Y ellos a nosotros.
Y estamos cada vez más lejos.
Y somos cada vez menos humanos.
Y menos fraternos.
Puede que las religiones no estén decayendo porque están caducas.
Puede que decaigan porque están siendo saboteadas de raíz.
Y puede que sean más necesarias que nunca.
Porque necesitamos de nuestra humanidad, de nuestra fraternidad y de nuestra trascendencia para hacer cosas grandes que valgan la pena.
Y no es posible hacerlas desde una mirada recelosa que oculta lo mejor de los demás.
Nuestra mirada transforma lo observado.
Así no hay quien viva… Bien.
Es preciso recuperar una mirada confiada, fraterna, esperanzada.
Sin ella, no hay un futuro digno de lo que podemos llegar a ser… No hay futuro ni proyectos compartidos.
¡Que tengas un buen día!
Nos seguimos leyendo.
Cuanta verdad querido amigo, cada vez estamos más distantes, menos empáticos y receptivos, pero confío en nuestra naturaleza social, me aferro mucho a la idea de que suceda algo que nos haga actuar diferente, y ese algo está en el compromiso con el que llevemos adelante nuestra vida, confío en que seamos capaces de volver a mirarnos y encontrar la humanidad que nos une. Abrazo grande desde Argentina.
Dios te oiga, María Alejandra.