Cada día me doy más cuenta de que las personas más desconfiadas son aquellas de las que menos te puedes fiar. Al valorar o juzgar a los demás te confiesas, pones de manifiesto tus propios demonios, demuestras cómo funciona tu mente y tu corazón.
Nuestras palabras sobre los demás muestran como somos, son un espejo de nuestra alma porque vemos el mundo como somos, y no como es.
Malpiensa del malpensado, y protégete del desconfiado… Porque te está mostrando su naturaleza, te está permitiendo que te asomes a su interior.
Ojalá mantengamos la inocencia por mucho tiempo… Y que las decepciones nos enseñen, pero no nos perviertan.
Si somos capaces de confiar en los demás, será que también somos dignos de confianza.
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