Cuando digo «otro» Islam es posible, lo hago para marcar distancias de aquello que los medios de comunicación suelen asociar con el Islam, pese a corresponderse con una utilización partidista, superficial, violenta e interesada de las enseñanzas del Profeta.

Hay quienes, a la vista de lo que está sucediendo, no ven más salida que la confrontación (incluso armada), el choque de civilizaciones que viene pregonándose desde que Samuel Huntington le puso nombre y comenzó a publicitarlo en 1993.  Otros, por el contrario, no creemos que las religiones (entendidas como base en la que se enraizan las civilizaciones) vayan a ser la fuente de todos nuestros conflictos nacionales e internacionales presentes y futuros.  Al contrario, puede que la religiosidad superficial nos separe, pero la auténtica espiritualidad nos pone en contacto con la amorosa Unidad de la que surge la diversidad.

Debido a las barbaridades que se están realizando en nombre de Dios, cada vez hay más gente que, o bien aborrece la religión por considerarla una fuente de conflictos, o bien se atrinchera en sus creencias y se dispone a defenderlas con uñas y con dientes frente al agresor.  Son respuestas humanas, viscerales, inconscientes, instintivas, de autodefensa…  Y que no nos conducen a un futuro muy esperanzador.  Un mundo sin espiritualidad resulta inhumano, peligroso, una jungla.  Un mundo en el que una religión trate de imponerse a otra es un mundo en el que la ideología y la creencia ha ocupado el lugar de Dios, convirtiéndose en nuevos becerros de oro que, como todo ídolo, se alimentan de sangre y sacrificio.

Neti, neti…  Hay una tercera opción: la profundización en la propia espiritualidad, la potenciación de las experiencias de Unidad, tolerancia y Amor.  Quienes hemos sido educados en el cristianismo tenemos claro que ésta es una opción según nuestras creencias, pero tememos que sea una alternativa imposible para el Islam.

Dos puntualizaciones: primera, también hubo épocas de nuestra historia en las que el cristianismo cayó en el error de pensar que el evangelio podía comunicarse a golpe de conquista y espada.  Gracias a Dios (y nunca mejor dicho), esa locura ya pasó.  Segunda puntualización: aunque tal vez no lo sepamos, en la esencia del Islam también se encuentra la semilla de una religión de conocimiento, amor y paz.  Incluso se conocen anécdotas del Profeta que apuntan hacia esa religiosidad de la que tan necesitados estamos, esa que prima la forma sobre el fondo, a Dios respecto a los ritos y creencias.  Sé que conviven con otros escritos e interpretaciones que están dando lugar a movimientos terroristas internacionales, pero debemos insistir y proclamar que otro Islam es posible, el que viven miles y miles de musulmanes fieles y pacíficos en todo el mundo.

Una de esas esperanzadoras anécdotas que más me impresionó, la leí hace poco en un libro de Juan José Tamayo, editado por Fragmenta: «Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica».  En el capítulo dedicado a ese teólogo musulmán de origen indio que es Ashghar Ali Engineer, me resultó especialmente interesante el siguiente párrafo:

«Enginner concede gran importancia a la oración interreligiosa, que está en la base del diálogo entre las religiones.  Resulta revelador a este respecto el relato que hace del encuentro de Muhámmad con un grupo de cristianos que fueron a visitarlo.  Estaba el Profeta en la mezquita rezando cuando llegó una delegación de cristianos.  Abdul Masih, jefe de la delegación, se excusó: <<Es la hora de la plegaria.  Nosotros salimos afuera a rezar.>>  Muhámmad les dijo: <<¿A quién rezáis vosotros?>>  <<A Dios>>, respondieron.  <<¿No estáis en la casa de Dios?>>  <<Sí>>, dijo el cristiano, <<pero nosotros queremos adorarlo a nuestro modo y manera>>.  El Profeta replicó: <<Comoquiera que lo adoréis, adoráis a Dios.  Rezad aquí, en la mezquita.>>  Y los cristianos rezaron en la mezquita según su propia costumbre.  Esto, comenta Engineer, es acoger la diversidad, es fidelidad al espíritu de la adoración de Dios».

¿Estupefacto?  Sí, también así me quedé yo la primera vez que lo leí.  Pero la estupefacción fue cediendo lugar a la alegría y a la esperanza.  Porque en el propio Islam está la semilla, basta con regar y fomentar el florecimiento del mejor rostro de la religión de la que Muhámmad es el Profeta.

Y, aun a riesgo de repetirme, lo recuerdo una vez más: Deus semper maior, Al·lahu àkbar…  Dios es siempre mayor, mayor de lo que pensemos, mayor que nuestras creencias, mayor que nuestras certidumbres y seguridades.  Dios es tan grande, que nadie queda fuera de Él.

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